18 de agosto 2015 a las 18:42 en las vías del tren en Chocholá
Desde su primer viaje en 1825 en Inglaterra, la locomotora de vapor fue fundamental para el intercambio de mercancías y personas en la época de la revolución industrial. En 1850 se inauguró el primer tren en el país y en 1881 la ruta Mérida-Progreso construida por la empresa Ferrocarriles Unidos de Yucatán precede a las rutas Mérida-Campeche (1898), Mérida-Peto (1900), Mérida-Valladolid (1906), Mérida-Sotuta (1912) y Mérida-Tizimín (1913).
En 1968 Gustavo Díaz Ordaz unifica las líneas de Yucatán, Campeche y Coatzacoalcos en la empresa Ferrocarriles Unidos del Sureste, y en 1981 José López Portillo unifica todos los ferrocarriles en los Ferrocarriles Nacionales de México. Debido a la falta de modernidad y a la competencia de los autotransportes, Ernesto Zedillo abre la puerta a la iniciativa privada en 1995, por lo que los ferrocarriles yucatecos pasan a ser parte de la compañía Ferrocarril Chiapas-Mayab, filial de la estadounidense Genesse and Wyoming. En 2007 la Genesse and Wyoming anuncia que se retira de la operación del ferrocarril debido a las pérdidas y daños ocasionados por el huracán Stan, por lo que la empresa Ferrocarriles Istmo de Tehuantepec, dependiente de la Secretaría de Comunicaciones y Transportes, se hace cargo de su operación[17].
El paso de un ferrocarril antiguo es toda una sinfonía de ruidos, rechinidos y silbidos que nos dan una idea de la fascinación que pudieron causar entre los artistas futuristas de principios del siglo XX: “Cantaremos a… los barcos aventureros olfateando siempre el horizonte, las locomotivas en su gran chiquero, que piafan sobre las rieles, bridadas por largos tubos fatalizados, y el vuelo alto de los aeroplanos…”[18]
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[18] Marinetti, F.T. Le Futurisme. Le Figaro, 20 de febrero de 1909. Ofrecemos aquí la traducción de Ramón Gómez de la Serna publicada en la revista Prometeo (II, n¼ VI, abril 1909).